“Lope”, De Ayala, y Madrid en tres actos

10 septiembre 2010

Por Hipólito Mester

Quevedo ha sido quien me ha citado para ver “Lope”, para eso era su amigo, en el Proyecciones. La película de Andrucha Waddington que se está proyectando estos días en Madrid es un quiero y no puedo que parece ser un puedo y no quiero, porque tras el derroche perfeccionista que ha puesto el director artístico en decorados y vestuario, sólo habría faltado un poco más de coraje en los actores, sobre todo en el actor principal y protagonista de don Félix, para que la película hubiera estado en calidad al mismo nivel que el atractivo que invitaba a verla. Habrá personajes, seguro que haberlos haylos, que hayan tenido vidas interesantes, pero tan dispar y disparatada como Lope de Vega, pocos. La vida de Lope es una interminable sucesión de peripecias y acontecimientos que darían para grabar una trilogía y no quedaría enteramente reflejada. Aunque reconozco que incluso una trilogía, aun cuando la viese de una vez, me sabría a poco, me hubiera conformado con que la película en cartel fuera algo más que media docena de decorados, en los que se incluyen dos magnificas exposiciones de un Madrid antiguo, y un elenco de actores que no están a la altura de las circunstancias, la mayoría por falta de papel.

No es el caso de Alberto Ammann que, teniendo todo el papel de peso de la obra, hace un Lope inexpresivo y pusilánime que no representa al original ni en sus tiempos de convento. Ni el de Leonor Watling, que aun con la trascendencia del suyo sólo me ha dejado el recuerdo de dos lágrimas y tres gemidos. La única que se salva es Pilar López de Ayala, que bien hubiese podido ser la “Filis” original, pues pone todo ardor y toda frialdad para templar a Lope en los momentos en que lo requiere la obra.

Resumiendo: Un desfile de actores por todo el atrezo y guardarropía de Cornejo y (por volverme a Quevedo) algo de polvo enamorado.

Recomendación: Háganse con cualquier libro de una obra de Lope de Vega y cómprense, por poco más de los 2,20 € que me costó la botella de medio litro de agua dentro del cine (no llega a 3 € la media docena en Ahorramás), el líquido cristalino suficiente para pasar una gozosa tarde leyendo y recitando versos enamorados sin que se le seque la garganta.

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