Uno de los suyos

24 agosto 2007

Alberto Ruiz GallardónNo es costumbre de esta ventana abrirse a la polí­tica, pero el revuelo que se ha montado tras la repetidas declaraciones vertidas por Gallardón nos invita a ello.

Gallardón: ese animal polí­tico al que tantos quieren y algunos envidian. ¿Cuántos lo quieren?: cuatro mayorí­as absolutas. ¿Quiénes le envidian?: cuatro contrarios y cinco cerreligionarios, mal contados. De estas dos aseveraciones la primera es evidente; la segunda, lógica y lamentable. Pero si lógico es que lo envidien tirios y troyanos no lo es tanto que gente de su partido se rasgue la vestiduras, se mesen los cabellos y pongan el grito en el cielo por que el alcalde de Madrid diga que quiere estar en las listas de Madrid al Congreso.

Como alcalde, es un muy buen alcalde -sin comparaciones-, como fue antes un muy buen presidente de la Comunidad -digamos también: sin comparaciones-, pero eso no tiene que ser obstáculo para que intente lo que su devoción y oficio de gran polí­tico le obliga. Es ambicioso, dicen por ahí­. Como todo polí­tico que se precie y cualquier persona que quiera llegar a ser algo en este mundo de competitividad. Es impaciente, se le achaca. No le queda más remedio; es el momento, es su oportunidad y no puede dejarla marchar. Nadie es eternamente joven, y se pasa el arroz. Y es también, por encima de todo, el gran lí­der que podrá presidir, hoy tiene que ser Rajoy, el PP.

Hemos visto cómo algunos medios jugaban a ser extremos y entraban a saco para airear las crí­ticas al alcalde por los suyos (los del alcalde), y las censuras de los otros a los que critican al alcalde. O sea, a criticar al PP de una manera inconsciente y estúpida los unos, y de una manera sarcástica y oportunista los otros. No nos gusta dar consejos, pero serí­a bueno que el PP impusiera una disciplina férrea en su partido -una disciplina de partido- y fuera intransigente en el cumplimiento de la misma. Porque nos fastidia ver cómo la derecha se troca en la mano tonta que igual dirige que mendiga. Tiene la derecha que dejarse de luchas internas para que sus votantes, y los que les gustarí­a votarla y no se atreven por ver lo que ven, sepan que hay ahí­ un partido único y compacto, capaz de llevar adelante el mejor programa para España.

Y que esa Esperanza de presidenta -de la Comunidad, claro-, porque se crea que tiene el mundo a sus pies, y esos Acebes y Zaplana -que además de no gestionar nada no dejan de dar la vara con declaraciones fuera de lugar- aparquen sus envidias, se tranquilicen, y se junten en un frente común apoyando a uno de los mejores valores del partido; y por ende al partido entero.

Que se callen y trabajen para el partido, vamos, no vaya a ser que de tanto calentarle la oreja a Rajoy le terminen equivocando, y cometa la estupidez de no poner a Gallardón en las listas, con lo que -permitan que pronostiquemos- muchos votantes de esas cuatro mayorí­as absolutas dejarí­an de apoyar al PP. Eso propiciarí­a el cuarteamiento (y más tarde la desunión) de un partido que es necesario, en este momento, para el equilibrio politico del Estado y para que no haya abusos totalitarios.

O sea, que esos dirigentes del PP dejen de hacer torpezas y convenzan a Gallardón, y a todos, que son de los de él.

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