Entre riñas y disputas

20 julio 2007

Por un quí­tame de ahí­ esas putas ya están otra vez a la greña la presidenta y el alcalde de Madrid. Gallardón, que como ya se sabe es un gran ecologista -recuerden su interés por poner en todo Madrid zona verde-, ha tomado la decisión de cerrar al tráfico rodado la Casa de Campo para, así­, preservar uno de los pulmones verdes más importantes de la capital. O sea, ha sido el gran preservativo que necesitaba esa zona y los que por ella pululaban.

Y así­ lo han visto los vecinos de Aluche, Campamento, El Batán… y todos los barrios que rodean la Casa de Campo. Pero, una vez más, a este buen hombre los árboles no le han dejado ver el bosque ni, por supuesto, las prostitutas que se escondí­an tras ellos y ¿qué ha pasado? Pues que con la prohibición del tráfico se evita la circulación de los clientes para el negocio del sexo, y se fuerza el desalojo de las meretrices, que han decidido desplazarse hacia la colonia Marconi, con gran enfado de los habitantes de ese barrio.

Y si nos parece lógico que se enfaden los vecinos de Marconi, no nos lo parece tanto que se crispen los alcaldes de Boadilla y Pozuelo porque les hayan cortado el atajo a Madrid. Pensamos que vale la pena la molestia que se ocasiona a esos vecinos comparada con lo que supone dejar la Casa de Campo como el gran prostí­bulo de Madrid. Vamos, que iba a ser el gran pulmón matriztense.

Lo que tienen que hacer los regidores del oeste de la región es buscar alternativas y crear una buena red de transporte, que con lo que cobran por el metro cuadrado de suelo ya pueden.

Por otro lado, tenemos a la presidenta de la Comunidad que, en su afán de meterse con el alcalde de Madrid, es capaz de encabezar todas las manifestaciones que puedan perjudicar a éste. Por lo que esta vez se ha unido a la de los regidores, pidiendo que no se cierre al tráfico ese gran parque, a pesar de que eso fomentarí­a un macroburdel. Lo siguiente será que se arrime a los de Marconi y, ya puestos, a la que organizarán las meretrices pidiendo agua caliente para seguir trabajando con un mí­nimo de salubridad. Y menos mal que no se ató a un árbol cuando Leguina quiso trazar en superficie el Metro en la Casa de Campo, porque si no también habrí­a que desalojarla ahora.

La de cosas que hay que hacer para ganarse la vida; unos y otras.

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